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sábado, 5 de noviembre de 2011

Mañanas grises

Siempre me gustaron los días grises, las caminatas, el cuchicheo de las hojas de los arboles, mi gorra negra, mi suéter con capucha, negra también, algún día un cigarro quizá o el sabor de un café en la boca, otro día quizá. Charlar con alguien, cualquier tema, sin efusividades. Vale la pena gastar las suelas de los vans, y hasta da gusto aunque está implícito que no hay otros. A veces ver a la gente, sin burlarte de ellos, no por esta vez. Que difícil seria encontrar un lugar en esta ciudad, si no lo hubiera encontrado ya. Un lugar tan seguro como para poder pensar o leer, ojala se pudiera leer en una banca de cualquier parque sin toparse con ese montón de gente ociosa, ociosa como yo, desempleada como yo. Mucha gente que no sabe donde más estar, que juega a las cartas, algunos duermen acurrucados a la sombra de reformador el gran Justo Rufino Barrios, si lo sé, que interesante... O desplomados, en el suelo, como aquel transexual de la décima, todo pintarrajeado, con la ultima fiesta como goma de nueve días. Pero esa es otra historia. A veces algún ladrón con la cara rota y bañada en sangre; de plano, lo agarraron y le metieron una vergueada... Como llora... Y uno con ese dolor opresivo en el tórax... que miseria... que puto sueño...

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